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jueves, 6 de octubre de 2016

Poesía y compromiso en la España actual




En un breve ensayo titulado Poesía y compromiso, Adrienne Rich cuenta que, durante la Dictadura de los Coroneles en Grecia, un alto oficial de la Junta Militar le preguntó al poeta y combatiente antifascista Yannis Ritsos, que se encontraba en ese momento bajo arresto domiciliario: «Si eres poeta, ¿por qué te mezclas con la política?» Ritsos contestó entonces, según el relato de Rich, que «un poeta es el primer ciudadano de su país y por esta misma razón su tarea es estar preocupado por la política de su país»[1].
            En la respuesta de Yannis Ritsos acaso se encuentre la primera proposición que debe asumir una poesía que se declare «política». Lo político, en su sentido etimológico, es aquello que afecta al modo de hacer las cosas en la polis, en la ciudad. Una poesía política, pues, tendrá que abordar aquellos temas que conciernen al conjunto de la ciudadanía. No podrá ensimismarse, encerrarse, dar la espalda a la realidad que habita. En tanto que discurso público –que se publica–, la poesía «política» debe participar en el debate público, intervenir en la sociedad, en su construcción, pero también en su cuestionamiento. La poesía –o más bien, el poeta– debe actuar como un ciudadano más. En este sentido, Jorge Riechmann, uno de los poetas más insignes de la llamada «poesía de la conciencia crítica», ha afirmado que «casi nunca me olvido de que soy un ciudadano cuando escribo poesía»[2]. 
            En España existe una larga tradición de poesía «política». La guerra y la posguerra civil española sacó la poesía de los cafés literarios y de las torres de marfil para llevarla al pueblo y a las trincheras. La poesía, como lo expuso por medio de una metáfora brillante Miguel Hernández, actuó como los «ruiseñores que cantan / encima de los fusiles /y en medio de las batallas»; y dejó de ser el poético un discurso producido por y para la élite intelectual para acercarse a la «inmensa mayoría», como quería Blas de Otero. En la actualidad, a pesar de los cantos de sirena de la posmodernidad que le ha arrebatado a la poesía –a la literatura, en general— su vocación combativa, y la ha retrotraído de nuevo al ámbito de lo íntimo o a la mera –estéril y vacía– reflexión estética sin consecuencias sobre lo real, existe en España una poesía «política», crítica, contrahegemónica, disidente o antagonista, que nos invita a volver a confiar en la poesía como un arma –cargada de futuro, pero también de memoria– para cuestionar y transformar la realidad. El proyecto poético que en la actualidad mejor representa esta propuesta en España se encuentra en la llamada «poesía de la conciencia crítica». 

El poeta y crítico literario Alberto García-Teresa, en un libro imprescindible y de referencia sobre la materia titulado Poesía de la conciencia crítica, ha estudiado, de forma pormenorizada, con gran rigor y exhaustividad, las características estéticas y políticas de esta corriente y ha compuesto, de una manera cuasi enciclopédica, un canon de autores que constituyen la llamada «poesía de la conciencia crítica». En su ensayo, García Teresa subraya que la «principal característica de la “poesía de la conciencia crítica” consiste en que estos poetas sitúan el conflicto socioeconómico y político que atraviesa la actual coyuntura histórica en el centro y en el eje (implícita y explícitamente) de su creación poética, manifestándolo de una manera crítica. A partir de él, vertebran toda su percepción y su extensión, abordando multitud de temas, pero siempre desde la interiorización lírica de tal conflicto. De este modo, estos poetas no solo reconocen la situación de conflicto, sino que la denuncian adoptando un posicionamiento y una perspectiva de clase social incluso cuando tratan temas de naturaleza íntima como el amor, por ejemplo»[3]. La poesía de la conciencia crítica, sin embargo, no puede reducirse a una escuela o movimiento estético homogéneo; al contrario, en esta poesía es posible reconocer una gran variedad de tonos y registros. Esta heterogeneidad de propuestas estéticas que ha estudiado García-Teresa en su ensayo queda asimismo ejemplificada en una suerte de muestrario poético titulado Disidentes[4], una antología –preparado por el mismo García-Teresaque permite conocer lo que significa la «poesía de la conciencia crítica» mediante la lectura directa de sus versos.
Cuando a finales de la década de los ochenta surge la «poesía de la conciencia crítica», existía en España otra corriente poética «comprometida» que estaba empezando a consolidarse como corriente hegemónica de la poesía española: la «poesía de la experiencia». La «poesía de la experiencia» encuentra sus orígenes en la llamada «otra sentimentalidad», un movimiento poético formado inicialmente por tres jóvenes poetas de Granada: Luis García Montero, Álvaro Salvador y Javier Egea. Debido a la influencia que recibieron de Juan Carlos Rodríguez, profesor de Literatura española de la Universidad de Granada y uno de los teóricos marxistas más importantes e influyentes de España, estos jóvenes poetas articularon, en un manifiesto titulado La otra sentimentalidad, un discurso poético que nacía del descubrimiento, o la toma de conciencia, de que la ideología burguesa produce nuestra propia vida, nuestra subjetividad, y que en consecuencia se hace imprescindible romper con esta ideología que nos construye para poder construir una subjetividad –una sentimentalidad— otra.  El infierno no son los otros –como decía Sartre–, sino que se encuentra dentro de nosotros, como así lo señala Ángeles Mora, una de las autoras de esta corriente. El capitalismo no está fuera de nosotros, sino que vive en nuestro interior, en nuestro inconsciente. La teoría del «inconsciente ideológico» que teorizaba Juan Carlos Rodríguez en sus clases y en sus libros se hizo verso de la mano de estos poetas.
En esta reflexión poética –que es también política— están los inicios de «la otra sentimentalidad», pero se van abandonando a medida que algunos de sus miembros y sus poéticas empiezan a hegemonizar el campo poético español. Esta poesía se normaliza, se institucionaliza; y a partir de este momento se deja de hablar de la «otra sentimentalidad» para empezar a hablar de la «poesía de la experiencia». Los postulados materialistas dejan paso a la celebración de la cotidianidad. Si en la poesía de la «otra sentimentalidad» lo subjetivo adquiría una enorme importancia en la composición del poema, pero entendiendo siempre que la subjetividad está siempre atravesada por el afuera (el capitalismo y la explotación), la subjetividad, como elemento protagónico de la «poesía de la experiencia», se vacía de contenido histórico y político. El yo solo se explica como una construcción que surge de su propio interior, no como una construcción del sistema capitalista; la voz individual e íntima queda entonces desligada del nosotros. Dos libros que de forma muy rigurosa explican y también debaten esta corriente literaria son La otra sentimentalidad. Estudio y antología de Francisco Díaz de Castro[5], que con perspectiva histórica no solo explica y delimita lo que fue «la otra sentimentalidad» sino que además incluye sus textos fundacionales, y Poesía y poder del Colectivo Alicia Bajo Cero[6], un libro de exploración teórica y práctica que cuestiona los postulados estéticos e ideológicos de la «poesía de la experiencia».
Podría decirse que la muerte Javier Egea, uno de los fundadores de la «otra sentimentalidad», quien se quitó la vida en 1999, marca de forma simbólica el fin de esta corriente poética materialista. Sin embargo, el proyecto de la «otra sentimentalidad», materialista y crítico, pervive en la obra poética de autores como Ángeles Mora.  También en la obra de Javier Egea. A pesar de su muerte y del silencio al que fueron sometidos sus versos –incluso cuando todavía vivía el poeta–, en el último lustro la obra completa de Javier Egea ha sido publicada, en tres volúmenes, por la editorial Bartleby, y una antología poética, titulada A pesar de sus ojos, preparada por Jairo García Jaramillo, ha visto la luz este año en la editorial Esdrújula.  
La «otra sentimentalidad» y la «poesía de la conciencia crítica» son las dos corrientes que aúna poesía y compromiso político, pero ni mucho menos monopolizan el campo poético en su totalidad. Otros y otras poetas, no vinculados a dichos movimientos poéticos, también practican un tipo de poesía que pretende enfrentarse al poder. Es un ejemplo claro, entre otros, el caso de la también novelista Marta Sanz.
Son varios, pues, los modos de abordar el compromiso político desde la poesía. Sin embargo, es posible observar cómo todos ellos comparten un mismo objetivo común: el cuestionamiento del capitalismo, pero también del lenguaje y de la literatura como «institución», que funciona como una canal de reproducción de la ideología dominante. Pero hay algo más. Adrienne Rich nos cuenta una nueva historia, la del comandante israelí David Zonshein. Un día cayeron en sus manos unos versos del poeta  Yitzhak Laor. Los versos hablaban de la ocupación de Gaza. El soldado israelí experimenta, al leerlos, la sensación de estar mirando «algo que le estaba prohibido ver». Aquel soldado, que se concebía a sí mismo como un «combatiente por la libertad», se observa ahora, tras leer el poema, como un invasor cruel. El poema transformó al lector, en este caso a Zonshein, que abandonó la carrera militar y aprendió a decir no[7].
Acaso no haya mejor forma de definir una poesía que desafíe al poder: enseñar lo que nos está prohibido ver. Visibilizar lo invisible. Mostrar lo prohibido. Revelar que existe la posibilidad de decir no como una forma de resistirse al poder.

David Becerra Mayor // El Viejo Topo, nº 344 (septiembre 2016), págs. 34-35.


[1] Adrienne Rich. Poetry and Commitment. New York: W. W. Norton & Company, 2007.
[2] Jorge Riechmann. Baila con un extranjero. Madrid: Hiperión, 1994. Contracubierta.
[3] Alberto García-Teresa. Poesía de la conciencia crítica. Madrid: Tierradenadie, 2013, pág. 11.
[4] VVAA. Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014). Selección y edición de Alberto García Teresa. Madrid: La Oveja Roja, 2015.
[5] Francisco Díaz de Castro. La otra sentimentalidad. Estudio y antología. Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2003.
[6] Colectivo Alicia Bajo Cero. Poesía y poder. Valencia: Ediciones Bajo Cero, 1997.
[7] Adrienne Rich. Op. Cit., pp. 27-30.

 

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