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martes, 22 de diciembre de 2015

Incertidumbre en mapa político de España tras elecciones del 20D

En España, las elecciones del 20 de diciembre han asentado a dos formaciones inexistentes en anteriores legislaturas, es decir, Podemos y Ciudadanos, que tienen ahora un peso fundamental en el país. 
Colaboración en HispanTV.

lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Fin del régimen del 78?

Resultado de imagen de diagonal periodico 

20/12/15


Las elecciones generales acaban con el último escenario del Régimen del 78 que aún no se había adaptado a los profundos cambios que están transformando la sociedad. David Becerra Mayor, Lolo Rico, César Rendueles, Nuria Alabao, Emmanuel Rodríguez, Jaime Pastor y Pastora Filigrana analizan estos cambios en un especial elaborado por Diagonal para la jornada electoral del 20 de diciembre de 2015.

1) ¿Pueden suponer las elecciones generales del domingo el final del bipartidismo que puso en marcha el régimen del 78? 
2) ¿Cuáles han sido los hitos en el camino hacia el fin del bipartidismo?
3) ¿Qué importancia tiene el relevo generacional en el fin del bipartidismo?
4) ¿Se rompe España o se rompe el bipartidismo?

sábado, 19 de diciembre de 2015

Enfoque - Cuba-EEUU un año después

El 17 de diciembre de 2014, Raúl Castro y Barack Obama anunciaron la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas e iniciar un largo proceso hacia la normalización de nexos bilaterales.

Un año después de dicho anuncio ambos países han dado discretos avances hacia el acercamiento, pero a pesar de esto el bloqueo de Washington sobre la isla continúa vigente.

A lo largo de este año, entre los avances que se han hecho están el incremento de los viajes autorizados, el comercio o el flujo de información. Además se han tratado temas como el crimen organizado o el medio ambiente. También se ha producido la reapertura de las embajadas en La Habana y en Washington.

Uno de los puntos clave ha sido el de la eliminación de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo. Recientemente el presidente de EE.UU., Barack Obama, ha declarado que espera poder visitar Cuba en 2016, en su último año de mandato, pero ha dicho que este viaje tendrá lugar si se dan las condiciones para poder reunirse con disidentes de la isla.

Invitados:
David Becerra, doctor e investigador de la Universidad Autónoma de Madrid
Manuel Llamas, periodista
Luis Esteba G. Manrique, analista internacional y periodista de Infolatam
Daniel Cristancho, periodista y analista internacional


jueves, 10 de diciembre de 2015

Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior



Que la literatura no es un discurso inocente, neutro, ajeno al momento social en el que se produce, ya lo hemos dicho muchas veces en estas páginas. Pero, ¿qué sucede con las series televisivas de ciencia-ficción, creadas aparentemente con la única misión de entretener al público? ¿Participan también del conflicto político? Así parece tras leer Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior de Antonio J. Antón Fernández, recientemente publicado por la editorial Akal.

Según el análisis de Antón Fernández, filósofo y miembro de la sección de Pensamiento de la Fundación de Investigaciones Marxistas, series como Doctor Who, emitida por la BBC durante casi tres décadas, y cancelada en la simbólica fecha de 1989, funcionaron como fiel reflejo del proceso que, en esos años, estaba experimentando el capitalismo. Aunque las tramas se situaban en galaxias lejanas, en realidad orbitaban alrededor de un tema que nos toca muy de cerca, pues no nos hablaban de otra cosa que del inicio del neoliberalismo y sus efectos negativos sobre la clase trabajadora.
              El ensayo puede leerse como una historia del neoliberalismo contado a través de distintas manifestaciones culturales. Las leyes que hicieron retroceder los derechos laborales y las privatizaciones, que se inauguraron con el gobierno de Thatcher en Reino Unido, encontraron su fiel correspondencia en las tramas de ciencia-ficción. Como también tuvieron su reflejo en series y películas de este género las huelgas de mineros de 1972 o 1974, el desmontaje del sistema nacional de salud o la desindustrialización –como cuenta y analiza con todo detalle el autor de Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior.
            Son muchos los paralelismos que encontramos para que podamos pensar que estamos simplemente ante meras coincidencias. En Doctor Who, la caracterización –sin duda física, pero también ideológica– del personaje Helen A., el nombre de la dictadora Rehctaht (Thatcher al revés), la presencia de los misteriosos Gardsorm –«posiblemente un anagrama o metátesis fonológica de “Margaret”», señala Antón Fernández–  a través de los cuales sigue viviendo Rehctaht una vez derrotada, o el nombre de la tirana robótica, llamada Thatchos, que pretende acabar con «el ejército de los sesenta millones de parados» para convertirlos en robots incapaces de rebelarse o declarar huelgas, indica que detrás de una serie aparentemente inocente, de ciencia-ficción, como es Doctor Who, había una clara declaración de intenciones, una clara vocación de denuncia ante el neoliberalismo emergente. No en balde, y como señala el autor del ensayo, entre los creadores de la serie encontramos al reputado marxista británico Ben Aaronovitch o a Rona Munro, quien más tarde sería guionista del cineasta trotskista Ken Loach. Sin embargo, estos paralelismos no son exclusivos de Doctor Who, y Antonio J. Antón Fernández encuentra huellas del neoliberalismo –algunas veces cuestionado, otras veces legitimado– en series como Los supersónicos, Men into Space o Star Trek.
            Aunque esta forma de interpretar el neoliberalismo puede resultar extravagante para lectores acostumbrados a ensayos más ortodoxos, lo cierto es que el libro combina de forma magistral, con un estilo ágil y entretenido, un acercamiento cultural al neoliberalismo desde la ciencia-ficción con densas reflexiones sobre economía, historia política y filosofía. Personajes de Star Wars conviven sin problema con Lenin, Žižek o Hegel en estas Crónicas del neoliberalismo. Un libro que aborda, de un modo sin duda original, la historia del neoliberalismo y su implementación, desde su nacimiento en la Gran Bretaña de Thatcher hasta que nuestros días. Quizá la Revolución no será televisada, pero no cabe duda que la llegada del neoliberalismo sí se narró en la pequeña pantalla, como lo recoge –y analiza– Antonio José Antón Fernández en estas Crónicas del neoliberalismo que vino del espacio exterior. 

David Becerra Mayor // Mundo Obrero, nº 290 (noviembre, 2015). 
               

Juventud sin presente

Cuando el 15 de mayo de 2011 bajamos a las plazas y desplegamos una pancarta que decía «Juventud sin futuro», quizá pecamos de optimistas. Porque, golpeados por la crisis, no es que no tuviéramos futuro; es que ni siquiera teníamos presente. La juventud observaba que su horizonte de expectativas se había derrumbado y que aquellas promesas de futuro a la generación mejor formada de España de pronto se desvanecían. Dolía comprobar que nos habían robado el futuro; pero más iba a doler descubrir que también nos habían robado el presente.

El perfil sociológico de quien acampó en la madrileña Puerta del Sol –y en otras plazas españolas (me ha traicionado el inconsciente centralista)– era el de un estudiante universitario recién aterrizado a un mercado laboral precarizado. A la generación mejor formada no le correspondía la profesión mejor pagada. Su indignación era la consecuencia lógica de una promesa incumplida. La promesa de que su esfuerzo sería recompensado en el futuro se desmoronaba. Además, el conocimiento desclasa siempre hacia arriba y, con un título bajo el brazo, volver a la precariedad cuesta. La precariedad parece que siempre la sufren los otros y que no nos va a tocar a nosotros. Muchos de los pertenecientes a la juventud mejor formada de España han protagonizado este proceso. La juventud sin futuro.

Otros no necesitaron la llegada de la crisis para saber qué era la precariedad. Vivían en la exclusión social ya antes de la caída de Lehman Brothers. Quizá por eso no bajaron a las plazas a compartir su indignación. No habían perdido nada, porque nunca tuvieron nada. No habían perdido el futuro, porque ni siquiera tenían presente. De esa juventud «sin presente» habla la segunda novela del Lionel Tran, Sin presente. Se trata de una novela que, como sucede siempre con las segundas novelas, corría el peligro de decepcionar al lector sacudido por la primera novela de Tran, Sida mental (Periférica, 2008). Su primera novela –también reseñada en estas páginas– presentaba una revisión –en el buen sentido de la palabra– del sesentayochismo, y lo hacía a través de un texto construido desde la violencia. Pero no violencia solo en la trama, también se violentaba el lenguaje, el estilo, el propio género narrativo. Sin presente vuelve a sacudir al lector por medio de una trama protagonizada por unos jóvenes nacidos a comienzos de los años sesenta en un barrio periférico de Lyon, en el suburbio de Vaulx-en-Velin. Crecen con los ecos de un nuevo mundo que nace, el del «Fin de la Historia» proclamada por Fukuyama tras la caída del muro de Berlín, de la crisis del petróleo, de la reestructuración industrial, Margaret Thatcher y Ronald Reagan, la mercantilización de la vida, la guerra del Golfo, Maastricht, la flexibilidad laboral, la sociedad del espectáculo.

En este contexto, estos jóvenes se reconocen como una «generación sin ideales, una Bof Génération». Si estamos en el Fin de la Historia, ¿para qué luchar, si no hay horizonte posible?, se preguntarán inevitablemente. Habrá quien tendrá posibilidades de sustituir los viejos ideales políticos por metas individualistas, y dedicará su vida a «tener éxito», pero ni siquiera eso es posible en un suburbio de Lyon. Las drogas, el sida o el paro son su único horizonte. «Dejamos el instituto, la facultad, las escuelas privadas, ni tenemos trabajo ni lo queremos». Lo que se denomina en España NI-NI no es una opción, sino la consecuencia de un contexto socioeconómico –lo que vale decir, político.

«La revolución no tendrá lugar aquí», afirman. Esta generación desencantada es funcional al sistema que la excluye. No son peligrosos, ya que han renunciado a la revolución. No convierten su desencanto en potencial revolucionario, y eso les hace inofensivos. Han perdido toda esperanza. Sin embargo, la violencia que soportan es tan fuerte que puede llegar a desbordar la apatía de jóvenes como ellos y estallar en algún momento. Y eso también lo saben: «Esperamos, algo va a pasar, está en el aire, sentimos cómo sube la tensión, cómo aumenta, ya no se puede dar un paso sin darse de bruces con la policía, sin que te registren las brigadas antidelincuencia de paisano [...], se queman coches en los barrios, se saquean supermercados, los parados se manifiestan, las huelgas paralizan el país, el precio de la gasolina no deja de subir, la abstención gana terreno, esto va a explotar, es palpable, no es paranoia, la presión aumenta». Ya lo cuentan los diarios: «una bombona de butano llena de clavos y pernos explota en el metro parisino» y se ha producido un «tiroteo en los alrededores de Lyon».

La violencia cotidiana que soportan sus cuerpos, día a día, tal vez encontrará su reacción. No quieren cambiar el mundo –han asumido que es imposible– y no tienen conciencia política, pero, como reconoce el protagonista al final de la novela, «sientes que en el fondo de ti germina la ira, una ira fría». Que la ira que germina termine en un motín o una Revolución depende de nosotros mismos.

David Becerra Mayor // Mundo Obrero, nº 289 (octubre 2015). Fuente: http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=5216

domingo, 6 de diciembre de 2015

La perdita della memoria. Intervista a David Becerra Mayor

Written by Matteo Di Giulio
Cuéntame.it  

Presentati ai lettori di Cuéntame: chi è David Becerra Mayor?
Sono professore di letteratura spagnola contemporanea presso l’università autonoma di Madrid, oltre che responsabile della sezione Estetica e letteratura della Fundación de Investigaciones Marxistas e critico letterario per diverse testate. Sono autore dei saggi La novela de la no-ideología (Tierradenadie, 2013) y de La Guerra Civil como moda literaria (Clave Intelectual, 2015), co-autore di Qué hacemos con la literatura (Akal, 2013), e curatore delle edizioni critiche di La consagración de la primavera di Alejo Carpentier e di La mina de Armando López Salinas, uno dei romanzi più significativi del realismo sociale spagnolo, che abbiamo potuto presentare per la prima volta senza la censura imposta dal regime franchista.

Nel 2015 hai pubblicato il saggio La guerra civil como moda literaria. Di che cosa parla?
Negli ultimi decenni sono stati pubblicati molti romanzi che parlavano della Guerra civil spagnola (1936-1939). E questa è, all’inizio, una buona notizia. Quando muore Franco (1975) e comincia la Transizione le élite che la portarono a compimento spinsero la popolazione a dimenticare il passato, a chiudere vecchie ferite – nonostante non si fossero cicatrizzate – per remare tutti insieme verso il futuro. La società che nasce dalla Transizione è una società privata della memoria. Considerando questo, che si pubblichino tanti romanzi sulla Guerra civil è un’ottima notizia. Era necessario analizzare il fenomeno, provare a spiegare perché nasce e, soprattutto, osservare come e quali sono le spiegazioni della Guerra civil che offrono i romanzi che si pubblicano oggi; e, al tempo stesso, come si mette in relazione questo passato con il presente dal quale lo si rilegge.


Perché hai pensato che fosse necessario scrivere questo libro? E perché, secondo te, nel 2015 si continua a parlare tanto della Guerra civil?
Era necessario scrivere questo libro perché quando uno comincia a leggere i romanzi sulla Guerra civil che si scrivono e che oggi si pubblicano immediatamente si sente costretto a ridimensionare l’euforia con la quale viene descritta. Non c’è niente da celebrare. Perché in molti di questi romanzi, la Guerra civil non è che uno scenario. La Guerra civil funziona come sfondo per trame d’amore, di passione e morte, ma a malapena si tenta di mettere in luce, in questi romanzi, le cause storiche – politiche e sociali – che portarono al conflitto. La guerra viene depoliticizzata allo stesso ritmo in cui la Storia, in questi romanzi, viene destoricizzata. All’improvviso quelli come noi, che avevano bisogno di un racconto del proprio passato, per combattere l’amnesia politica e sociale che nasce a partire dalla Transizione, si rendono conto che la Guerra civil si era trasformata in uno scenario comodo e affascinante. Tuttavia continua a esserci qualcosa di buono in questo fenomeno: significa che la società spagnola attuale non è più la stessa nata durante la Transizione; la società spagnola ha già perso la paura di ricordare il passato, di ricostruire la memoria, di guardare avanti. Che ci sia richiesta di romanzi sulla Guerra civil è un fattore che lo indica; altra cosa invece è, come sostengo, che questi romanzi debbano essere in realtà romanzi della memoria storica e che raccolgano le potenzialità della memoria per una trasformazione sociale; invece che, come accade nella maggior parte dei casi, la memoria storica sia smarrita in favore di una sorta di nostalgia, che permette al lettore di evadere dal presente per occuparsi di un passato conflittivo – molto adatto a una trama narrativa –, ma che svanisce appena si chiudono le pagine del romanzo.

Credi i romanzi sulla Guerra civil siano una scorciatoia per editori e scrittori per arrivare più in fretta a buone vendite?
graffa La Guerra civil funziona come sfondo per trame d’amore e di passione, ma non si tenta di metterne in luce le cause storiche
I bestseller – e molti di questi romanzi rispondono a quest’etichetta – non sono innocenti e ancora meno privi di ideologie. I bestseller captano molto bene quali sono i problemi di una società, i suoi interessi e i suoi interrogativi, e sanno trasportarli in forma di romanzo. Tuttavia, invece di mettere in luce le contraddizioni che generano i problemi e di provare a offrire soluzioni radicali, i bestseller fanno svanire queste problematiche per mezzo di una soluzione immaginaria, che sia accettata dal sistema stesso. Nel caso concreto, invece di far vedere la Guerra civil come la conseguenza di un colpo di stato fascista che attenta contro un governo democratico e legittimo preferiscono il messaggio secondo cui tutti gli uomini sono essenzialmente cattivi (questa è solo una delle strategie utilizzate in questi romanzi) e che per questo decidono di imbarcarsi nella guerra. I sentimenti astratti, come il Male, sostituiscono le cause politiche.
Dopo la premessa, rispondo alla tua domanda. Questi romanzi nascono perché, come dicevo prima, la società spagnola è cambiata e non è più la stessa della Transizione. La società spagnola perde la paura di Lot, sa che non si convertirà in una statua di sale se guarderà alle proprie spalle. Nell’anno 2000 viene fondata la ARMH (Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica) e nel 2007 il governo Zapatero approva una legge sulla Memoria storica che anche se secondo me, e non solo, è chiaramente insufficiente, accoglie un'istanza dal basso dei cittadini. La Spagna chiede memoria e comincia a volere libri, a cercare risposte anche nei romanzi. Quando sorgono domande, si pubblicano libri, più opportunisti che opportuni, per disattivare il potenziale rivoluzionario delle possibili risposte. Pertanto è una scelta sicura per scrittori ed editori, visto che sanno che il tema è d’interesse, ma soprattutto che si può spendere, anche politicamente, in favore del potere costituito, che attraverso la letteratura prova a spegnere quanto di rivoluzionario c'è nella memoria.

A partire dal titolo, molto diretto, dai l’idea che questi romanzi non ti piacciano. Ce n’è qualcuno che, invece, ti pare si elevi sopra la media meritando di essere letto?
Non credo che sia una questione in cui entrano in gioco i gusti – né che dovrebbero entrarci – per arrivare a un giudizio critico. Il gusto è un fattore soggettivo che non deve mai modificare, per niente, il giudizio obiettivo del critico (diverso è come si costruisce il gusto e perché ci piacciono i romanzi che ci piacciono, un argomento che sarebbe interessante studiare). In La guerra civil como moda literaria non introduco alcun giudizio personale; al contrario, cerco di dimostrare come la letteratura si relazioni con il pensiero egemonico di uno specifico periodo storico – in questo caso, il presente – e come il dibattito, oltre a essere letterario, ne realizzi una perfetta riproduzione e lo legittimi ideologicamente. Romanzi come Soldati di Salamina di Javier Cercas, per esempio, compiono molto bene questa funzione; però ci sono anche opere che si confrontano con la forma dominante del racconto, come nel caso di ¡Otra maldita novela sobre la Guerra Civil! di Isaac Rosa.

Il romanzo storico può aiutare la gente che ha terminato da tempo gli studi o a cui non piace la saggistica a imparare qualcosa del passato. Al contrario, un romanzo scritto male può inficiare la realtà dei fatti e offrirne un’immagine sbagliata. Pensi che il fiorire di romanzi sulla Guerra civil abbia migliorato o peggiorato la conoscenza di quel periodo?
Ci troviamo di fronte al precetto classico dell’«insegnare, intrattenendo»: una persona si diverte mentre legge un romanzo storico e per di più quando finisce il libro è convinto di aver imparato qualcosa della Storia. Questi romanzi compiono una doppia funzione: insegnano e intrattengono. Però c’è una terza opzione, che è in realtà la più importante: non solo si falsa il passato, convertendolo in uno scenario e cancellando il tessuto politico e sociale per trasformare il conflitto in conflitto individuale, morale oppure astratto; ma addirittura che arriva a modificare la nostra concezione del presente e la relazione che ha il presente con il passato narrato. Mostrando il passato come qualcosa di lontano, quasi mitico, il lettore pensa che non gli appartenga, che non abbia nessun legame con il presente, quando in realtà il nostro presente continua a vivere del passato. Ma al tempo stesso, in contrapposizione con ciò che si legge, con i conflitti della Guerra civil, il nostro presente ci sembra «noioso e democratico», così dice una scrittrice: mansueto, docile, ecc. Questi romanzi, allora, sono concepiti come una forma d’evasione dal nostro presente grigio e prosaico e come un modo di vivere avventure pericolose e affascinanti che sarebbe impossibile vivere oggi; ma, come dice il professor Juan Carlos Rodríguez, i romanzi di evasione sono sempre romanzi di invasione, perché tramite loro ci invade l’ideologia dominante, e l’ideologia dominante ci ricorda sempre che stiamo vivendo nel migliore dei mondi possibili. Questi romanzi sono programmati affinché il lettore esca, a fine lettura, intriso di questa sensazione, ed esclami: «Cavolo, che fortuna che non mi è toccato vivere in quel periodo e che vivo nel pacifico (sic) XXI secolo!».

Com’è, a parer tuo, la situazione della critica letteraria in Spagna?
In Spagna, come in qualsiasi altro posto del mondo capitalista, c’è una nozione dominante di letteratura che si riproduce tanto nella critica universitaria che in quella letteraria nei vari mezzi di comunicazione. Si concepisce la letteratura come discorso autonomo, neutrale, innocente, che è capace di trascendere la stessa realtà storica in cui vive. La letteratura è sempre uguale a se stessa, da Omero fino a oggi, passando per Don Chisciotte. Tuttavia esiste anche – e ha guadagnato visibilità grazie alla crisi, quando è stata messo in dubbio l’egemonia capitalista – una critica che vorrebbe riportare con i piedi per terra la letteratura, che intende il testo letterario come un discorso storico che partecipa alle tensioni politiche e sociali dell’epoca in cui nasce. Abbiamo, in Spagna, ottimi maestri, come Juan Carlos Rodríguez o Julio Rodríguez Puértolas. E i loro discendenti, nei quali mi annovero anch'io, stanno lavorando molto e molto bene in questa direzione, mettendo in relazione la letteratura con la sua storicità.


A cosa stai lavorando in questo momento?
È stato pubblicato da pochi giorni un libro che ho curato: Convocando al fantasma. Novela crítica en la España actual (Tierradenadie, 2015). È un saggio collettivo che prova a offrire una visione d’insieme sulla narrativa critica e dissidente in Spagna. Nella Spagna d’oggi esiste una narrativa dominante che distrugge le contraddizioni radicali del sistema e interpreta i conflitti che il capitalismo produce in chiave individuale, psicologica o morale, dove l’impronta di ciò che è politico e del sociale si annulla. Però c’è un’altra letteratura. Una letteratura che non ha interesse a cancellare le contraddizioni, ma a farle emergere nel tentativo di farle esplodere. C’è una letteratura critica, dissidente, di opposizione al capitalismo: una letteratura che continua a evocare il fantasma. Perché, come dice Belén Gopegui nel suo ultimo romanzo, El comité de la noche, «scrivere è evocare il fantasma».

La poesía de la yihad

Aunque suele concebirse la poesía como un discurso en el que se hallan los valores más nobles y profundos del ser humano, e incluso se ha llegado a afirmar que la poesía es a lo único a lo que podemos aferrarnos para salvar la humanidad, lo cierto es que la poesía, lejos de ser depositaria de tan altos valores, suele participar –y asumir un alto grado de protagonismo– en las más importantes encrucijadas históricas, legitimando por medio de palabras bellas y metros contados el paso de la muerte por las nuevas tierras conquistadas. La poesía es un excelente instrumento de propaganda. Como decía Walter Benjamin en su tesis VI sobre la Historia, los documentos de cultura son también documentos de barbarie.
Los atentados de París del pasado viernes 13 de noviembre han vuelto a poner el foco informativo en el terrorismo yihadista. Analistas procedentes de muy distintas disciplinas del conocimiento –desde arabistas a politólogos– han puesto sobre la mesa datos, razones y argumentos para tratar de clarificar y definir la ideología yihadista y las causas por las que actúan. Pero, más allá de interpretaciones, conviene preguntarse: ¿cómo piensan los yihadistas, cuál es su visión del mundo, cómo se conciben a sí mismos y, sobre todo, cómo construyen la imagen de su enemigo? En un artículo publicado en The New Yorker, Robyn Creswell y Bernard Haykel sostenían que una buena forma de entender el yihadismo era leer su poesía.
(EFE)
(EFE)
Acudir a la poesía –o a la literatura, en general– resulta siempre oportuno para comprender sociedades para nosotros lejanas –tanto en lo temporal como en lo geográfico. Cuando en dicha sociedad la poesía ocupa un rol social relevante, como es el caso que nos ocupa, resulta mucho más útil. Como afirma la historiadora y experta en cultura árabe María Rosa de Madariaga, consultada por El confidencial, en la cultura árabe la poesía ha ocupado tradicionalmente una posición central.
"Como característica general de la literatura árabe hay que destacar la importancia que en ella ocupa la poesía. Por eso, a los niños se les enseña desde bien pequeños en las escuelas los poemas de los poetas más famosos desde la Antigüedad. Quizá esto contribuya a fomentar desde la infancia la facilidad de los árabes para 'versificar'. Cualquiera tiene a gala en el mundo árabe improvisar poemas. A este ejercicio muy extendido en la sociedad, en el que a los árabes les gusta mostrar sus dotes para 'improvisar' poemas, se le conoce como irtiyâl, literalmente 'improvisación'", apunta.
En la actualidad, como una prueba más de la importancia de la poesía en el mundo árabe, existe en Oriente Medio un programa de televisión titulado Sha’ir al-Milyoon  («Poeta millonario»), un talent show similar a Operación Triunfo donde quienes concursan y compiten son poetas. Como afirman Creswell y Haykel, el premio que se le otorga al ganador es mayor que el que se le concede al Premio Nobel.
Algunos de los poetas que participaron en Sha’ir al-Milyoon se hicieron célebres y sus poemas se leyeron en las plazas de las primaveras árabes. La autoridad del verso y del poeta que lo firma o lo recitamerece un enorme respeto en el mundo árabe; la palabra del poeta es tan sagrada como la palabra de un teólogo. No es casualidad, pues, que en este contexto se utilice la poesía como instrumento de legitimación de la lucha yihadista.

Del 11-S a las primaveras árabes

«Abrazados a la muerte los caballeros de la gloria encontraron su descanso. / Sujetaron las torres con sus manos llenas de rabia y las demolieron rápidamente como una catarata». Con estos versos tan plásticos describía Bin Laden, que además de terrorista fue poeta, los atentados del 11 de septiembre de Nueva York. Los terroristas suicidas encuentran la gloria del descanso eterno tras cometer el atentado que derribó las Torres Gemelas. Sus manos, rezan los versos, estaban llenas de rabia. El poema muestra el atentado –y de este modo lo legitima– como una consecuencia de una situación anterior que habría alimentado la rabia yihadista y que impulsó finalmente al terrorista a atentar contra el centro político y financiero, pero también simbólico, de occidente.
La denuncia contra el imperialismo es un tema recurrente en la poesía de la yihad. El poeta Isa Sa’d Al ‘Awshan escribió unos versos tras la invasión de Iraq donde advertía que la lucha iba a ser sin descanso y que el combatiente estaba dispuesto incluso a dar su vida para liberar a los musulmanes del poder despótico del imperio. Decían así sus versos:

Anuncié que no habría más descanso
hasta que nuestras flechas aniquilen al enemigo.
Me amarré a mi ametralladora con la determinación de un muyahid
y perseguí mi meta con un corazón apasionado.
Quiero una de las dos cosas buenas:
el martirio o la liberación del poder despótico.

Uno de los más famosos poemas de Bin Laden habla de la odisea que tienen que sufrir los habitantes de los pueblos que han padecido el ataque de occidente. El poema está estructurado en dos partes y el lector asiste, como un intruso, a una conversación íntima entre un padre y un hijo, expulsados de su tierra:

Padre, he viajado durante un largo tiempo por desiertos y ciudades.
Ha sido un largo viaje, padre, a través de valles y montañas,
Tan largo ha sido que he olvidado mi tribu, mis primos, incluso mi humanidad.

Atentado contra las torres gemelas el 11 de septiembre de 2011.
Atentado contra las torres gemelas el 11 de septiembre de 2011.
Con las primaveras árabes, sin embargo, la yihad cambió de enemigo. El enemigo externo fue sustituido por uno interno al que había que combatir y tumbar. Como apunta María Rosa de Madariaga, en un artículo titulado 'La nebulosa yihadista y el Estado Islámico', publicado en el semanario 'Crónica Popular' el pasado mes de septiembre, "aprovechando la indignación popular hacia los gobernantes, los islamistas se apropiaron del discurso radical de los verdaderos autores de la revuelta, cambiándolo de signo y haciendo hincapié en que la verdadera redención de los pueblos árabes solo podía venir del Islam, con cuyo fin era preciso recurrir al yihad". La célebre poeta Ahlam al-Nasr, conocida como la poeta del Estado Islámico, escribió en la primavera de 2011, en cuyas protestas participó activamente, un poema contra el presidente de Siria Bashar al-Assad:

Sus balas destrozaron nuestras cabezas como un terremoto,
incluso los huesos más fuertes crujieron después de romperse.
Ellos perforaron nuestros cuellos y esparcieron nuestros miembros
–¡fue como una lección de anatomía!
Ellos regaron las calles de sangre que todavía corre
como arroyos caídos de las nubes.

Como recuerdan Creswell y Haykell, Ahlam al-Nasr es autora de El resplandecer de la verdad, un poemario compuesto por 107 poemas, entre los que se incluyen elegías, lamentos, odas a la victoria y, curiosamente, cortos poemas que son en realidad tweets –hecho que corrobora lo que tantas veces ha sido dicho por los expertos: ISIS está en la vanguardia de la propaganda y el uso de las redes sociales constituye para ellos una herramienta en absoluto desdeñable de comunicación y de propagación ideológica. El libro se publicó en internet y rápidamente circuló entre militantes yihadistas por las redes sociales. Además de poeta, al-Nasr es autora de un breve ensayo de apenas treinta páginas donde describe el Califato del Estado Islámico como un paraíso donde los niños a la vez que juegan se preparan para la defensa y las mujeres custodian los valores del Islam.

Contra los falsos musulmanes

Las potencias de occidente y los estados laicos y con libertad de culto de Oriente Medio como Siria aparecen como enemigos de la yihad. Pero, en la poesía yihadista, irrumpen también como enemigos aquellos musulmanes moderados que no siguen –según el parecer de los fundamentalistas– el camino correcto del Islam.
Como recuerda de nuevo María Rosa de Madariaga, "aunque estos neofundamentalistas consideran que el imperialismo occidental, materialista y opresor, es el principal causante de los males que aquejan a las sociedades islámicas, mayores enemigos del Islam que los dirigentes occidentales son los propios dirigentes de los países islámicos, que se dicen musulmanes, pero solo lo son de boquilla. En este sentido, estos grupos radicales entroncan directamente con el pensamiento del teólogo y jurista árabe Ibn Taimiya (siglos XIII-XIV de la era cristiana), quien, además de considerar un deber de todo buen creyente combatir a judíos, cristianos y a los no musulmanes en general, pensaba que los mayores enemigos del Islam, a quienes había que combatir en primer término, eran los que, autoproclamándose musulmanes, no lo eran de veras, sino hipócritas (munâfiqûn), como el Profeta Mahoma designaba a los habitantes de Medina sobre cuya fidelidad al Islam abrigaba dudas».
El poeta yihadista asume la función del teólogo que debe despejar las dudas que surgen sobre todo en un mundo materialista y de naturaleza confusa, plagado de tentaciones y deseos carnales, y mostrar el camino correcto, el camino de la verdad, el camino del Profeta. Estas dudas habitan en las cabezas de los musulmanes moderados. Quien no enderece el rumbo, siguiendo el camino marcado por Dios, no será sino tratado de enemigo. El poeta Isa Sa’d Al ‘Awshan en su Antología de la Gloria escribe:

Déjame esclarecer toda la oscura verdad y eliminar la confusión de quien pregunta.
Déjame hablarte del mundo y de lo que hay detrás de él. “Escucha: yo digo la verdad y no [tartamudeo.
El tiempo de la sumisión para el incrédulo ha terminado, él que nos hace beber copas [amargas.
En este tiempo de hipocresía, déjame decirte: no deseo dinero, ni una vida de bienestar,
pero tampoco el perdón de Dios y Su gracia.
Temo a Dios, no a una banda de criminales.
Me preguntas sobre la meta que he perseguido con celo y rapidez.
Preguntas, con miedo hacia mí, ¿es este el camino correcto, el buen camino?
¿Es este el camino del Profeta?”

Obsérvese el modo en que el poema utiliza el recurso de la apelación, dirigiéndose a un interlocutor concreto, que seguramente representa a un musulmán que se ha desviado del camino de la fe. Este rasgo, propio de la poesía oral, indica que estos poemas han sido compuestos para ser leídos en voz alta, ante un público amplio. Por otro lado, se observa en el poema que quien posee la voz poética no alberga dudas de tipo alguno y, a la manera del teólogo, con gran seguridad y sin tartamudear, se dirige a su interlocutor para esclarecer la oscura confusión que le impide tomar el camino correcto.

Contra la nacionalidad y el estado-nación

La poesía de la yihad expone asimismo elementos propios de su ideología. "En el centro de la ideología yihadista está el rechazo del estado-nación", afirman Creswell y Haykel. Se puede extraer de la lectura de la poesía yihadista la radical oposición a la idea de nacionalidad que emana del estado-nación moderno y la apuesta por una suerte de universalismo islámico que busca integrar, como si fueran parte de un solo cuerpo, a todos los musulmanes del mundo. Las fronteras del moderno estado-nación –sostiene la poesía yihadista– no han sido sino una forma de separar la unidad de su pueblo:

Mi patria es la tierra verdadera, los hijos del Islam son mis hermanos...
No amo más a los árabes del sur que a los árabes del norte.
Mi hermano en India, tú eres mi hermano, como lo eres tú, mi hermano en los Balcanes,
en Ahvaz y Aqsa, en Arabia y en Chechenia.
Si Palestina grita, o si Alfganistán grita,
si Kosovo es agraviado, o Assam o Pattani es agraviado,
mi corazón se extiende hacia ellos, deseando ayudar a los necesitados.
No hay diferencia entre ellos, es una enseñanza del Islam.
Nosotros somos un solo cuerpo, este es nuestro feliz credo.
Nos diferenciamos por la lengua y el color, pero compartimos la misma vena.

Se apela a la solidaridad entre los pueblos musulmanes oprimidos, como a la necesidad de atender su llamada de auxilio; a la hermandad de los pueblos y a la igualdad esencial de todos ellos –diferentes en apariencia (lengua y color) son en el fondo iguales (comparten la misma vena). Esta lectura, casi humanista, que construye un solo pueblo en muy distintos territorios y naciones, no esconde sino un discurso que busca legitimar la conquista de otras tierras que ellos asumen como propias.
Abdelhamid Abaaoud. (Reuters)
Abdelhamid Abaaoud. (Reuters)
Palabras bellas al servicio de la guerra. Palabras que se integran en estructuras poéticas muy bien construidas, con un estilo bien claro. Como señala María Rosa de Madariaga, en la poesía árabe "los poemas son monorrimos, es decir que cada verso ofrece un sentido tan completo que resulta independiente del verso anterior y del siguiente. La prohibición del encabalgamiento tuvo como resultado versos muy pulidos y extremadamente concisos". La poesía yihadista sigue las pautas de la tradición poética de la cultura árabe. La poesía no se arrodilla ante la propaganda ni sacrifica su estilo, ni cuestiona su tradición; al contrario, trata de ser una alta expresión de la tradición a la que se incorpora. La poesía no es un discurso inocente. En los documentos de cultura se hallan también las huellas de la barbarie.

NOTA: Los poemas citados han sido extraídos del artículo citado de Robyn Creswell y Bernard Haykel y traducidos del inglés por quien esto firma.   


David Becerra Mayor // El Confidencial (21/11/2015). Fuente: http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-11-21/la-poesia-de-la-yihad-isis-paris_1102646/

La absurda guerra de Pérez Reverte

Cuando Gulliver naufraga en Lilliput y con el tiempo llega más o menos a integrarse en la vida social de ese pueblo habitado por seres diminutos, se sorprende al descubrir que esas personas en apariencia inofensivas se encuentran en guerra permanente con sus iguales que viven en una isla vecina, en Blefuscu. El enfrentamiento tiene su causa en el modo en que cascan los huevos: unos deciden hacerlo por la parte gruesa, mientras que los otros lo hacen por la parte superior del huevo, más estrecha. A los ojos de Gulliver, el motivo que desencadena la guerra resulta absurdo. Como absurdas -extrapola el lector- son todas las guerras; las causas son siempre ridículas en comparación con las nefastas consecuencias de un conflicto bélico.
Sin embargo, lo que no cuenta la novela de Jonathan Swift es que seguramente si Lilliput se enfrenta a Blefuscu no es por la forma de cascar los huevos; la causa se encontraría en la necesidad de conquistar el territorio vecino y expoliar sus riquezas. Los huevos no son más que el pretexto para iniciar la guerra, el discurso ideológico -o la trampa- que toda clase dominante requiere para legitimar una guerra. Las guerras no son absurdas; al contrario, son siempre políticas.
'La Guerra Civil contada a los jóvenes', de Arturo Pérez-Reverte.
'La Guerra Civil contada a los jóvenes', de Arturo Pérez-Reverte.
'La Guerra Civil contada a los jóvenes', de Arturo Pérez-Reverte -publicada por Alfaguara e ilustrada por Fernando Vicente-, les hace a sus lectores la misma trampa que los liliputienses le hicieron a Gulliver. Despolitiza la Guerra Civil convirtiéndola en un absurdo, como si el pueblo español, en guerra constante contra sí mismo, hubiera iniciado una guerra por su vocación sempiterna de no saber convivir en paz. La Guerra Civil se describe como un absurdo, como si en vez de causas políticas –la agresión del fascismo contra un Gobierno legítimo y democrático– encontrara su motivo en la forma de cascar los huevos.

Una guerra fratricida

'La Guerra Civil contada a los jóvenes' nos habla de un absurdo -no de un conflicto histórico. Desde el prólogo mismo se encarga su autor de desplazar cualquier lectura histórica -política y social- de la guerra a favor de un relato fratricida de la misma. "Todas las guerras son malas, pero la guerra civil es la peor de todas, pues enfrenta al amigo con el amigo, al vecino con el vecino, al hermano contra el hermano". No hay conflicto político, simplemente un enfrentamiento entre hermanos, supuestamente iguales.
Como decía el filósofo español -exiliado en México- Adolfo Sánchez Vázquez, "al presentar la guerra como una guerra entre hermanos, igualmente brutales o igualmente nobles, como si los agresores y los agredidos, los verdugos y las víctimas, fueran igualmente culpables o inocentes, se pretende ocultar que la sangrienta Guerra Civil le fue impuesta al pueblo español por el fascismo nacional y extranjero, y que aquel, al resistir la agresión en las condiciones más desventajosas, no hacía más que cumplir con lo que su dignidad exigía". El relato fratricida borra, pues, las verdaderas causas que determinaron el conflicto y asimismo diluye las responsabilidades de los autores de la barbarie al presentar la guerra como un enfrentamiento entre hermanos. 
Ilustración de Fernando Vicente para 'La Guerra Civil contada a los jóvenes'. (Alfaguara)
Ilustración de Fernando Vicente para 'La Guerra Civil contada a los jóvenes'. (Alfaguara)
Del mismo modo, se subraya en el libro que la guerra dio lugar a los llamados "móviles personales", esto es, que "bajo pretextos políticos se realizaron robos y solventaron venganzas personales". Estamos de nuevo ante un intento de mostrar la Guerra Civil como un conflicto despolitizado donde los hechos no sucedieron por cuestiones políticas sino que fue un escenario donde se escenificaron rencillas personales, protagonizas por personajes movidos por el odio y el rencor. Llama la atención que en un libro tan breve como este, se conceda tanta importancia a sucesos que, como señala el historiador José Luis Ledesma, "no parece que puedan explicar toda, ni siquiera una parte considerable, una violencia que solo era posible en el marco de la guerra". ¿Por qué -tendremos que preguntarnos- no se habla de las causas políticas, que fueron las que en verdad desencadenaron la guerra, y sí el libro se detiene en estos anecdóticos crímenes personales? Parece que subyace un interés por borrar la historia de esta historia. 
La Guerra Civil tuvo sin duda ese componente fratricida que enfrentó a familias, hermanos, padres e hijos, e incluso a vecinos; pero su lectura no puede reducirse a eso. No se puede negar que, en la guerra, participaron sentimientos como el odio o la venganza, y deben reconocerse como síntomas del conflicto, pero no como elementos determinantes que lo originan. Confundir las causas con las consecuencias, lo determinante y lo determinado, puede provocar un falseamiento total o parcial de la historia. Y eso sucede en 'La Guerra Civil contada a los jóvenes' de Pérez-Reverte.

Visión teleológica de la República

El libro de Arturo Pérez-Reverte reproduce una visión de la República que coincide sobremanera con la que se encargaron de edificar los historiadores revisionistas -y mucho antes, los mismos ideólogos del franquismo. La República se define en el libro de Reverte como sinónimo de caos, de inestabilidad, de conflicto constante en las calles. Todo ello para justificar “la confrontación inevitable”. Según su descripción, la República estaba condenada a desembocar en una guerra civil. La descripción de la República se hace desde su final; se ofrece en el libro una definición teleológica que borra la sustancialidad o la autonomía histórica del periodo republicano -que solo existe para explicar la guerra, reduciendo la República a mera causa o antecedente.
Cuando se hace crítica literaria -y acaso no otra cosa se debe hacer ante un libro de historia que en el fondo no hace más que ofrecer una ficción de lo que fue la Guerra Civil-, es más importante leer los silencios que las palabras escritas. En el silencio se puede observar el compromiso del texto con el poder.
En 'La Guerra Civil contada a los jóvenes', llaman la atención sus múltiples -y significantes- silencios. De la misma manera que el libro se detiene a presentar el periodo republicano como un estado de caos permanente, no dice ni una sola palabra de sus logros y reformas. Ni reforma agraria, ni voto femenino, ni reforma educativa aparecen en el libro. Ni una palabra.
Ilustración de Fernando Vicente para 'La Guerra Civil contada a los jóvenes'. (Alfaguara)
Ilustración de Fernando Vicente para 'La Guerra Civil contada a los jóvenes'. (Alfaguara)
Poner silencio sobre este asunto no solo contribuye a que el lector desconozca la verdadera historia de la República, sino que además sirve al autor para presentar la Guerra Civil como ese absurdo que se propone presentar: Reverte no muestra el golpe de Estado como una reacción de la oligarquía ante las reformas republicanas, sino como el resultado de una tensión entre "dos fuerzas enfrentadas" -quienes no se sabe muy bien por qué se enfrentan-  que, por medio de un relato equidistante que sobrevuela todo el texto, se reparten las responsabilidades entre los dos 'bandos'. Pero, hay que recordarlo una vez más, la República no era un bando, sino un Gobierno legítimo y democrático. Entre víctimas y verdugos no hay simetría.

El final feliz de la transición

La importancia que el libro concede a la República no se la concede sin embargo al franquismo. Suele ocurrir en muchos libros sobre la Guerra Civil, que incluyen en un mismo volumen República y guerra, en vez de hacer lo que sería más oportuno: Guerra Civil y franquismo -donde sí existe una relación inmediata de causa/efecto. Los efectos sobre el imaginario colectivo son evidentes: se vincula la Guerra Civil -y las connotaciones negativas que carga el conflicto- con la República y no con el franquismo. La estructura de un libro -y la distribución de sus temas-  nunca es inocente.
Reverte apenas se detiene a explicar la dictadura. Salta rápidamente de la Segunda Guerra Mundial y de la existencia del maquis a la modélica transición. El libro termina con un final feliz protagonizado por dos grandes hombres -el rey Juan Carlos y Adolfo Suárez- que con grandes gestos decidieron traer la democracia a España. "España -dice Reverte- se convirtió en una monarquía parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos". Ni una palabra más, ni una sola referencia a las luchas y a la resistencia del pueblo español que sufrió torturas y cárceles por pretender conquistar la libertad y la democracia; ni una sola palabra a los héroes anónimos que, desde las calles y la clandestinidad, hicieron posible que la correlación de fuerzas cambiara para que el régimen no pudiera perpetuar su poder. Esos personajes anónimos son borrados de la historia para convertir en héroe al monarca que heredó del dictador la jefatura del Estado y que juró fidelidad a los principios del Movimiento. 

La desconfianza hacia los jóvenes

Ilustración de Fernando Vicente para 'La Guerra Civil contada a los jóvenes'. (Alfaguara)
Ilustración de Fernando Vicente para 'La Guerra Civil contada a los jóvenes'. (Alfaguara)
El libro de Reverte sobre la guerra civil está dirigido -lo dice el subtítulo- a los jóvenes. Parece que Reverte anda, de un tiempo a esta parte, preocupado por la adquisición de conocimiento de los jóvenes. Sin embargo, más bien parece que lo que pretende es limitar su conocimiento. Hace un año presentó a los jóvenes una edición recortada de 'El Quijote' (que analizamos aquí). Inquieta la visión que pueda tener Pérez-Reverte de los jóvenes. A juzgar por el estilo de su texto, pareciera que cree que son limitados, incapaces de leer textos complejos, con una extensión mayor que los 600 caracteres que, más o menos, ocupa cada uno de los 30 capítulos del libro. Se intuye, en esta obra, a un autor que desconfía de la inteligencia de sus lectores. Y, cuando eso ocurre, el peor beneficiado es siempre el libro. 
Por otro lado, el libro no cumple su función didáctica. El libro habla de grandes acontecimientos que tuvieron lugar en el transcurso de la guerra -desde el caso Unamuno, hasta Guernica, pasando por algunas de las batallas clave, como la de Brunete o la del Ebro-, pero nunca se indican las fechas. El lector tiene que acudir a los anexos del libro y consultar la cronología para poder ubicar en el tiempo histórico lo que está leyendo.
La historia desaparece de este ensayo histórico. Pero no es un descuido. Forma parte del proyecto de deshistorizar la Guerra Civil. Al borrar las huellas históricas -las causas políticas y sociales que determinaron la existencia de la guerra-, el lector saca la conclusión de que los españoles se mataron por una causa absurda y ridícula como es la de cascar un huevo por su parte ancha o estrecha. Pero la Guerra Civil no fue eso, sino un golpe de Estado fascista que reacciona contra las reformas -esas que no aparecen- que puso en marcha un Gobierno legítimo durante la República. Arturo Pérez-Reverte nos ha hecho trampa como le hicieron a Gulliver: nos oculta el verdadero móvil que hay detrás de una guerra. Puede parecer que una guerra es absurda y que no es posible encontrar explicación a la misma; pero sí es posible encontrarla, simplemente hay que tener voluntad de querer hacerlo. En la historia, no en los huevos.  

Revisionismo histórico para una alucinada Tercera Guerra Mundial

Revisionismo histórico para una alucinada Tercera Guerra Mundial

La editorial Alianza ha reeditado el clásico ensayo del historiador británico Burnett Bolloten titulado La Guerra Civil española: Revolución y contrarrevolución. Publicado originalmente en la simbólica fecha de 1989, el libro de Bolloten, un extenso estudio de más de mil páginas, podría considerarse como el inaugurador de una escuela que hemos convenido en denominar “revisionismo histórico”.
La obra de Bolloten, voluntaria o involuntariamente, sirvió para armar de argumentos –según Herbert R. Southworth, el autor del imprescindible ensayo El mito de la cruzada de Franco– a una corriente historiográfica que se encargó de edificar un relato en el que Franco aparecía no como un fascista sino como un cruzado que luchaba contra el verdadero enemigo de la civilización occidental: el comunismo. Como ha señalado Paul Preston, “la erudición de Bolloten era incuestionable pero Southworth estaba perplejo por su tono ferozmente anticomunista y antiNegrín que le hacía infravalorar el papel de Hitler y Mussolini en la victoria de Franco, y manifestar una simpatía con los anarquistas que solamente se puede explicar como un arma para ennegrecer más el papel de los comunistas”.
Franco y sus ideólogos legitimaron el golpe de Estado de 1936 y la dictadura posterior por medio de la construcción de dos mitos: 1) la inestabilidad y el caos permanente de la República que precisaba de un correctivo, como pudiera ser un golpe de Estado, y 2) la necesidad de salvar a España de una potencial revolución comunista auspiciada por la Unión Soviética.
Ni una cosa ni la otra eran ciertas: ni el clima político y social en el periodo republicano era tan alarmante como querían hacer creer los ideólogos del franquismo, ni en España había una revolución en marcha. Sucede, como sostiene Fernando Hernández Sánchez en su Guerra o Revolución: el Partido Comunista de España en la guerra civil (Crítica, 2010), que Bolloten emplea “la técnica de la imagen congelada [que] consiste en fijar una impresión en la retina de sus lectores y dejarla ahí como categoría inamovible a pesar de la cambiante evolución de las circunstancias”. Una fotografía de una iglesia en llamas, por ejemplo, sirvió para extender la idea de que en la República se quemaban templos a diario. Por otro lado, y como recuerda también Hernández Sánchez, la matriz historiográfica bolloteniana construyó la imagen del PCE en la Guerra Civil como “un ciego ejecutor de las órdenes de Moscú, que pretendió implantar una democracia popular mediante la imposición de una hegemonía que solo podía conseguir a costa de la laminación de sus competidores a derecha e izquierda: los socialistas y los anarquistas”. Bien parece que Franco salvó a España del caos y de una revolución cuyo objetivo parecía entregarle la soberanía a los rusos.
El revisionismo histórico no es más que un lamento ante la ocasión perdida de derrotar al comunismo. Por esta razón empieza a poner en valor la llamada política de apaciguamiento, que en cierto momento se plantearon las democracias burguesas –con los conservadores en el poder–, que tenía el propósito de establecer una alianza con los fascismos europeos para hacer frente común contra el comunismo. Al considerar al fascismo como el verdadero enemigo, las democracias burguesas perdieron la oportunidad histórica de aniquilar, con cuarenta años de antelación, al comunismo.
Decían los ideólogos del franquismo, una vez que el nazi-fascismo europeo salió derrotado del conflicto bélico, que España, con la División Azul en el frente soviético, no combatía en la Segunda Guerra Mundial, sino en la Tercera, aduciendo con ello que Franco participó en la contienda no contra las potencias aliadas sino contra el comunismo ruso, como una batalla más de su cruzada emprendida. Franco se mostró como un pionero de la Guerra Fría. Y aunque la Tercera Guerra Mundial, que se sirvió en frío, encontró su fin entre 1989 y 1991, con la descomposición del campo socialista, lo cierto es que todavía hoy existe esa batalla. El revisionismo histórico es el armamento con el que acude el capitalismo a una batalla ideológica que se da en una alucinada Tercera Guerra Mundial contra el comunismo.
En España, por ejemplo, además de los conocidos revisionistas mediáticos, desde Pío Moa o César Vidal, se publican novelas que reproducen el mito de la cruzada de Franco y que señalan como el verdadero enemigo a batir a los comunistas. En estos textos los fascistas apenas aparecen y la responsabilidad de la guerra se atribuye casi en exclusiva a los comunistas. Son novelas que, como el revisionismo histórico, participan en una Tercera Guerra Mundial semántica en la que se trata de desacreditar y deslegitimar el relevante papel representado por los comunistas –nacionales e internacionales– en la Guerra Civil. Porque hay que apuntar que sin la intervención soviética en apoyo a la República –véase La soledad de la República, de Ángel Viñas (Crítica, 2006)– la resistencia frente al fascismo hubiera sido a todas luces insuficiente, sin la cual hubiera sido inviable superar la asimetría estructural a favor de los sublevados; y si bien no se pudo lograr la victoria republicana, al menos sí dejó mermadas las capacidades del Ejército de Franco, impidiéndole representar un papel protagonista en la Segunda Guerra Mundial, cuyo destino posiblemente hubiera sido muy distinto con otra fuerza beligerante en juego.
Sin embargo, el revisionismo no es un fenómeno exclusivamente español. Como recuerda el ensayo de Chris Bambery Historia marxista de la Segunda Guerra Mundial (Pasado & Presente, 2015), el revisionismo afecta, en la actualidad, a todos los países que participaron en la contienda. Desde la década de los noventa, una nueva generación de historiadores británicos, como John Charmley o Maurice Cowling, justifican la política de apaciguamiento de Chamberlain, aduciendo que la Unión Soviética representaba una amenaza tan siniestra como la Alemania nazi. En Italia también existe un movimiento revisionista similar; uno de sus representantes, Renzo de Felice, biógrafo de Mussolini, considera que la destitución del dictador y la firma del armisticio con los Aliados no puede sino definirse como “catástrofe nacional”. En Alemania, a finales de los ochenta, surgió una corriente revisionista que sostiene que los Aliados cometieron crímenes iguales o peores que las Waffen SS y que el nazismo constituía la salvaguardia de la civilización europea ante la amenaza bolchevique; autores como Ernst Nolte, cuyos textos tratan de disculpar al Tercer Reich, afirman que el Holocausto constituía una reacción preventiva ante la URSS.
El revisionismo participa en una batalla ideológica en la que el botín es la construcción del relato histórico. Aunque el enemigo socialista haya desaparecido aparentemente del mapa, tras la descomposición de la Unión Soviética, bien parece que el capitalismo necesita fijar una visión de la Historia en la que el comunismo deje de figurar como protagonista de la derrota del nazismo. El comunismo tiene que encarnar el mal. Es preciso, aunque parezca bien muerto, rematar al enemigo, también hermenéuticamente. El revisionismo histórico se pone al servicio de una nueva cruzada. La Tercera Guerra Mundial alucinada por Franco no ha concluido del todo.

David Becerra Mayor // La Marea, nº 32 (noviembre, 2015), págs. 22-23 . Fuente: http://www.lamarea.com/2015/11/20/revisionismo-historico-una-alucinada-tercera-guerra-mundial/