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lunes, 6 de octubre de 2014

El capitalismo en el ring de boxeo




Lectura de En la jungla de las ciudades de Bertolt Brecht
 


En 1923, en Múnich, Bertolt Brecht estrenó su tercera obra teatral. Se titulaba En la jungla de las ciudades, y ha sido considerada como una de sus piezas más metafísicas. El tema de la misma se muestra de un modo harto explícito en el subtítulo que la acompaña: “La lucha entre dos hombres en la gigantesca ciudad de Chicago”.
            Pero, ¿quiénes son esos dos hombres? Y, sobre todo, ¿por qué luchan?

Se llaman Garga y Shlink. El primero trabaja en una biblioteca circulante; el segundo es un comerciante de maderas malayo que ha acudido a la gran ciudad de Chicago para hacer negocios. En la primera escena de la obra se produce su encuentro. Shlink quiere sacar un libro y le consulta a Garga, que se encuentra detrás del mostrador, si le puede recomendar algún título. Garga le sugiere una novela policiaca y un relato de viajes, dándole la opinión sobre los libros. Shlink, acostumbrado a poder comprar todo aquello que se le pusiera por delante, decide entonces que lo que quiere no es un libro, sino comprar la opinión de Garga. Aunque no está en venta, el comerciante le empieza ofreciendo diez dólares, pero pronto sube la oferta hasta los cuarenta. En este momento empieza la primera de las luchas dialécticas que, como asaltos de un combate de boxeo, se irán sucediendo en los distintos actos de La jungla de las ciudades.
Para narrar estos enfrentamientos, Bertolt Brecht utiliza una terminología procedente del campo semántico del deporte del nocaut y monta la escena sobre un ring de boxeo. Pero la pregunta vuelve a retumbar en nosotros: ¿por qué luchan?, ¿qué ha sucedido para que los dos personajes se hayan vuelto, de pronto, contrincantes? Brecht, en el preámbulo de la obra, nos advierte del sinsentido de esta lucha: «No se rompan la cabeza para descubrir los motivos de esa lucha, y participen en esos encuentros humanos, juzguen imparcialmente la forma de luchar de los contrincantes y concentren su atención en el final».
No nos rompamos la cabeza, pues, pero Brecht ha dado con la clave: el boxeo es la metáfora perfecta del sinsentido de la competencia capitalista o, como dice Juan Carlos Rodríguez en De qué hablamos cuando hablamos de marxismo (Akal, 2013), es la horrible caricatura del placer de la competencia misma. En el boxeo, como en el capitalismo, los contrincantes se pelean porque sí, sin motivo. Y como se observa en la obra, el ganador –en el boxeo y en el capitalismo– no recibe más premio que la soledad, permaneciendo solo sobre el ring, magullado, lleno de heridas, quizá con la nariz rota y un fuerte dolor en las costillas. Brecht propone que desechemos cualquier intento de descubrir los motivos de su lucha, pues parece no haberlos. Como parece no tener sentido la competencia capitalista.

Pero claro que la competencia capitalista tiene sentido: la acumulación de capital, la obtención de la máxima rentabilidad, caiga quien caiga. En esta obra, Brecht todavía no ha dado ese paso hacia delante que será decisivo para su literatura; Brecht aún nos habla de «encuentros humanos», donde lo humano desplaza a lo político. Habrá que esperar a que Brecht sea Brecht, a que Brecht descubra su método y desaparezca de escena el hombre para dar paso a las relaciones sociales. Para ello tendremos que esperar hasta 1929, cuando ponga sobre las tablas La ópera de los dos centavos. Hasta el momento el capitalismo seguirá pareciendo un ring de boxeo.

David Becerra Mayor // Publicado en Agitación, nº 19, pág. 14. Número completo: http://issuu.com/revistaagitacion/docs/agit19_web 

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