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martes, 18 de febrero de 2014

Un nuevo fantasma recorre Europa. De qué hablamos cuando hablamos de marxismo de Juan Carlos Rodríguez

Un nuevo fantasma recorre Europa

Un nuevo fantasma recorre Europa Se habla mucho de marxismo, pero la más de las veces difícilmente se sabe de qué se está hablando exactamente.


"Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Con esta celebérrima frase iniciaron, en 1848, Karl Marx y Friedrich Engels el Manifiesto comunista. Pero, ¿y hoy?, “¿qué fantasma recorre hoy Europa?”, se pregunta Juan Carlos Rodríguez al inicio de su nuevo ensayo, De qué hablamos cuando hablamos de marxismo. Desde luego –se responde el autor– no es el del comunismo, sino el del capitalismo neoliberal.

Porque, en efecto, el capitalismo parece haberse convertido en un fantasma. No en balde cumple el requisito básico que debe caracterizar a un fantasma: es invisible, no lo vemos. Pero, ¿por qué no lo vemos? El capitalismo se ha hecho naturaleza, es nuestra vida, se ha convertido en nuestra piel y en nuestro inconsciente. Está dentro de nosotros. Y en consecuencia podemos ver sus efectos (sus guerras, su paro, sus recortes, su corrupción y su muerte), pues están delante de nuestros ojos a diario, pero somos incapaces de señalar con el dedo al capitalismo como la causa que los origina. Se ven los efectos pero no las causas. Luego, las consecuencias políticas son inmediatas. De este modo tan claro lo explica Juan Carlos Rodríguez en De qué hablamos cuando hablamos de marxismo:

“Si la infraestructura (o sea, las relaciones socio-económicas) se convierten en un fantasma evanescente, entonces nadie –y nunca jamás– va a hablar o a luchar contra el capitalismo en sí mismo, sino solo contra sus pequeños o grandes fallos o lagunas: contra los banqueros malos, contra los ejecutivos deshonestos, contra los jueces corruptos, contra los gobiernos aviesos, contra la Merkel déspota, lo que se quiera. No importa, puesto que el capitalismo es nuestra vida sin más y contra eso no se habla. Por eso decimos que hoy el capitalismo como tal, su infraestructura de explotación de vida, ha desaparecido, se ha evaporado de nuestro lenguaje de nuestro consciente/inconsciente cotidiano”.

Si el capitalismo se ha convertido en fantasma y por consiguiente no lo vemos, ¿cómo combatirlo? La respuesta parece clara: volviendo a hablar de marxismo. Porque solamente el marxismo es capaz de hacer visible lo invisible, de objetivar el capitalismo, de hacer sólido lo que se desvanece en el aire, de materializar el fantasma, de devolverle el cuerpo. Ya no basta con arrancarle al capitalismo el velo idealista que cubría sus relaciones sociales; más bien se trata de echarle el velo encima al fantasma, de cubrirlo con una sábana, para saber por dónde anda.

Pero, ¿cómo lograrlo?, ¿cómo hablar de marxismo hoy? De nuevo la respuesta parece bastante obvia: hablando desde la explotación y contra la explotación; pero más complicado resulta construir este discurso. Es ciertamente una tarea ardua hablar de marxismo, articular un discurso desde y contra la explotación, si tenemos en cuenta, como mínimo, las cuatro dificultades que se extraen del ensayo de Juan Carlos Rodríguez para hablar de marxismo hoy, cuando el fantasma de la explotación ha pasado a integrarse en nuestra cotidianidad.

La primera dificultad reside en el yo: si el capitalismo se encuentra en nuestro inconsciente, cambiar el capitalismo implica asimismo romper con nosotros mismos, con nuestra vida; y eso es tremendamente difícil, porque puede parecer fácil luchar contra el capitalismo, pero más complicado resulta luchar también contra nosotros. Porque, como decía Althusser, y Juan Carlos Rodríguez lo cita en su ensayo, “para cambiar el mundo de base (y junto a otras muchas cosas) es preciso cambiar, de base, nuestra manera de pensar”. El segundo obstáculo tiene que ver con la recepción del mensaje: porque quien hoy articula un discurso disidente está abocado al silencio, condenado al ostracismo. No en balde señala Juan Carlos Rodríguez en su ensayo dos citas muy bien atinadas; la primera, extraída de Galileo Galilei de Bertolt Brecht, dice: “Nadie puede ver mucho tiempo cómo dejo caer una piedra y decir que no cae (...) Pensar es uno de los mayores placeres del ser humano (...) ¿pero cuánto tiempo podré seguir hablando solo con las paredes? Esa es la pregunta”. La segunda cita pertenece a Góngora: “Gastar en Guinea razones / y cruces en Berbería”, es decir, y como glosa el propio autor: “si en el siglo XVII intentabas “predicar” en Guinea o intentabas colocar unas cruces entre los bereberes, evidentemente ya se sabía cuál iba a ser el resultado: te degollarían en cuanto empezaras a hacerlo”. Y esto es precisamente lo que ocurre hoy cuando hablamos de marxismo: porque quien posee los medios de producción de las palabras difícilmente habilitará un espacio, una tribuna de análisis o de opinión, a quien articule un discurso contrahegemónico. Al contrario, quien hable de marxismo terminará degollado o le dejarán hablando solo con las paredes.

La tercera dificultad que señala Juan Carlos Rodríguez en De qué hablamos cuando hablamos de marxismo tiene que ver con la aparición de un nuevo fantasma: el fantasma del estalinismo, siempre invocado por quien quiere desacreditar el marxismo y frente al cual, señala el autor, los marxistas tienen que estar constantemente justificándose. El cuarto y último obstáculo se encuentra en el lenguaje, en nuestro lenguaje, que suena anticuado y al que se le atribuye, con insistencia, su incapacidad para comunicar con la gente, lo que no puede leerse sino como un síntoma de que nuestro lenguaje se ha convertido en una acumulación de muertos vivientes. Hay que construir un lenguaje otro capaz de superar el capitalismo.

Con De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, Juan Carlos Rodríguez trata de responder lo que el título de su ensayo anuncia. Porque se habla mucho de marxismo, pero la más de las veces difícilmente se sabe de qué se está hablando exactamente. Como Raymond Carver que observa que en su entorno todo el mundo habla de amor pero nadie sabe exactamente de qué hablamos cuando hablamos de amor, este ensayo tampoco pretende dar una respuesta definitiva sobre de qué hablamos cuando hablamos de marxismo, sobre qué es el marxismo. Su propio autor reconoce, en su introducción, que más que respuestas propone “preguntas y más preguntas”, y que estas no tienen más objetivo que “abandonar la ignorancia y los prejuicios y encender alguna luz sobre lo que significa –o puede significar– de hecho el marxismo como horizonte vital”. Un libro imprescindible que, sin duda, arrojará algo de luz y encontrará el lector más respuestas que las que el autor pretende ofrecer.

Y acaso también encuentre el lector alguna sábana con la que cubrir a este fantasma neoliberal que recorre hoy Europa. Porque con la sábana sobre su espectro seguro que esta vez el fantasma no se nos escapa.
David Becerra Mayor / Mundo Obrero, nº 269 (febrero, 2014), pág. 27.

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